Es
probable que sociedades en vías de desarrollo como muchas en América Latina y
democracias representativas incompletas como la chilena, estén asistiendo
al preludio de un nuevo período de incremento de las manifestaciones
ciudadanas como resultado de una combinación de temas pendientes y de problemas
sociales y políticos no resueltos.
Cuando
en 2011 cientos de miles de ciudadanos y de jóvenes salen a las calles en
protesta contra un proyecto medioambiental que afectará gravemente a seis
o siete regiones del país, cuando los estudiantes universitarios se aprestan a
una nueva jornada de movilización y de paro junto a los estudiantes
secundarios, quiere decir que se está incubando un coctel de factores
socio-políticos con fuertes posibilidades explosivas y expansivas.
No
es solamente que Hidroaysén les ha inundado la agenda a los políticos y a
los gobernantes.
Estamos
en presencia de otro tsunami: el tsunami de las expectativas incumplidas y de
la rabia contenida. Los optimistas empedernidos dirán que estamos
exagerando y que es solo un arranque de pasion juvenil o una “revolución
de las espinillas”; en cambio, los pesimistas eternos dirán que es
necesario encerrarse en la fortaleza del Estado, la fuerza pública y las
instituciones para defender el Estado de derecho, prohibiendo marchas, haciendo
mesas de trabajo que nada resuelven y derramando
abundantes gases lacrimógenos.
¡No
vaya a ser cosa que con tantos gases lacrimógenos en uso, la actual democracia
chilena termine no valiendo ni una lágrima más…!
Porque,
¿nadie ha prestado atención que los mismos jóvenes insatisfechos y
desobedientes que salieron a las calles el 2006 con la revolución pinguina, en
estos años después del 2010 están volviendo nuevamente a las calles en demanda
de la misma educación de calidad y de las mismas oportunidades que aquella
revuelta no pudo satisfacer?
Sume
usted a una generación completa de más de dos millones de jóvenes twiteros
insatisfechos, formados completamente en la reforma educacional, nativos
de los lenguajes digitales y las TICs, desconfiados de los partidos y de los
políticos, con una conciencia política y ecologista muy aguda, no
inscritos en los registros electorales porque el sistema electoral no les sirve
ni los atrae, con un sistema politico e institucional envejecido,
anquilosado y pegado a una Constitución Política irremediablemente anclada al siglo pasado, y usted tiene en
proceso de acumularse algunos de los ingredientes de una
impredecible pólvora política y social capaz de arrasar con el orden
político, tal como millones de argentinos salieron el 2001 al grito de “que se
vayan todos…”, botando a un Presidente -después de haberlo votado- y desbancando a cuanto senador y
diputado suelto quedaba por ahi.
¿No
fué esta misma combinación -con distintas dosis e intensidades- la
que ha provocado las masivas revueltas ciudadanas en Argel, en
Marruecos, en Egipto, en Libia, en Siria, en España…?
¿Qué
lugar hay hoy en el sistema político chileno, en esta democracia aparentemente light, para el
millón de chilenos que viven en el exterior, o para esos más de 4 millones
de jóvenes estudiantes y trabajadores y cesantes?
Manuel Luis Rodríguez U.
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